lunes, 12 de febrero de 2007

Mensaje 2

Querido Daniel,

tu siempre tan disperso, tan poco atento a los detalles. Ya veo que ni siquiera las erupciones volcánicas de ese infierno donde vives han conseguido cambiarte.

Debes saber que dejé Roma enseguida, impelida por el terrible recuerdo del caso que ahora tú has traído de nuevo a mi memoria. Por ridículo que parezca, me resultaba imposible dejar de pensar en Olmedo, en cómo habíamos podido ser tan ciegos y tan inconscientes, en qué debió de pasar por nuestras cabezas para actuar del modo en que lo hicimos... No me preguntes por qué razón, pero no podía permanecer ni un día más en una ciudad tan llena de recuerdos y tan atiborrada de turistas que es imposible encontrarse con uno mismo. Fue entonces cuando comencé una etapa de peregrinaje europeo de la que procuré que no supieras nada. No te lo tomes a mal, pero eras la última persona que deseaba ver por aquel entonces, y debo decirte que mis deseos no han cambiado tanto en estos cinco años. Lo que sí ha cambiado es mi lugar de residencia y algunas otras cosas de las que te daré cuenta en esta carta que, sinceramente, preferiría que nunca obtuviera respuesta.

Después de lo que ocurrió, me pregunté muy seriamente qué podía hacer con mi vida, a qué o a quién recurrir para ganar el dinero necesario para mi manutención y la de mi hijo de quien, por cierto, no creo haberte hablado jamás. No todos tenemos una isla volcánica a mano, ¿sabes? Yo tuve que pelear con lo único que sabía hacer: inventar mentiras, crear falsedades. Decidí probar escribiendo una novela negra, tal cruel y sanguinaria como la vida misma (o por lo menos, como cierta parte de la mía. ¿O debería decir «la nuestra»?). Encontré un editor dispuesto a publicarla a cambio de ciertos favores que te ahorraré para no parecer vulgar. Obtuve un éxito inmediato. No con mi nombre, por supuesto. La identidad de esa mujer de imaginación portentosa a la que nunca ha visto nadie no pienso revelártela, al igual que muchas otras cosas. Sólo quiero que sepas que, a modo de amuleto, decidí instalarme en la habitación 411 del hotel Pera Palace de la capital turca. No te molestes en buscar la información: es el mismo cuarto donde Agatha Christie vivió varios años de su vida, escribiendo tan compulsivamente como olvidaba a cuantos le habían hecho daño. Más o menos lo mismo deseaba hacer yo cuando llegué a este lugar y hoy puedo decirte que lo he conseguido.

Por lo menos, hasta que llegó tu mensaje esta mañana. El correo electrónico que te facilitaron no es el mío, pero quien te lo dio deb de conocer bien a mis colaboradores y los ambientes en que me muevo, e eso no hay duda. Te agradezco muchísimo el tono melancólico que has utilizado en tu carta, como si de verdad fuera grato recordar algo de lo que hicimos juntos. Ah, qué dados sois los hombres a estas nostalgias inútiles. Por mi parte, espero que me perdones si me comporto de un modo más práctico. No deseo recordar nada ni veo el menor sentido en hacerlo. Hay muchas cosas de Míster Monday que nunca te dije, y que me inclinan a pensar que ha vivido muchos más años de los que ni él mismo podía sospechar. ¿Ha muerto? Bueno, tampoco se pierde tanto. Ni siquiera la infomación que me confió en nuestra última cita, que hoy mismo dejaré en el correo a tu nombre. Lo he guardado todo en una tarjeta de memoria. No tengo copia, ni la quiero. Espero que en ese volcán cabreado donde te alojas haya un servicio de correos decente. Calculo que tardará en llegarte, en las mejoes condiciones, unos quince días.
Sólo un ruego más: no vuelvas a llamarme Elena. Hace mucho tiempo que ya nadie me llama así. Si en algún momento no puedes reprimir el deseo de escuchar mi voz, puedes preguntar en recepción por Miss Alma. Aunque es mejor que no lo hagas. Puedo imaginar tu sonrisa al leer esta revelación. Pues sí, ya sabes lo que pienso: la mentira, en las mujeres como yo, tiene algo de segunda piel o de instinto de supervivencia.

Sobrevivamos, pues. O cambiemos la piel.
Tuya, siempre,

Alma

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Esto se pone interesante!

Anónimo dijo...

Elena, cómo me intriga la misteriosa historia oculta tras tus duras palabras. Por cierto, ya que estás en la habitación 411 del Pera Palas, pregunta por la enigmática llave que encontraron incrustada en una de sus paredes, mientras una medium investigaba las causas de la desaparición de Agatha Christie. Nadie sabe aun qué cerradura abre...
Os saluda sigilosamente,
Wendy

Anónimo dijo...

¡Qué gran dato! Muchas gracias, Wendy, por brindarnos este detalle que no conocía.

Volcánicamente,

Daniel

miwok dijo...

Y hay que esperar otro lunes?? :-) Me está gustando mucho.

Ladynere dijo...

De lunes en lunes...
Quizás así se hacen menos pesados.
Interesante Agatha, y Elena.
Saludos!

Anónimo dijo...

Wendy, ese dato será convenientemente incorporado. Gracias mil. Y a todos, por seguirnos.

Coro dijo...

¡Oh!, pero qué maravilla... mis escritores favoritos juntos.
Esto se pone bueno.

Aunque no estoy en la isla de Montserrat y no hay por aquí volcanes enfurecidos... a veces nado entre mantarrayas y tiburones caribeños.

Saludos y besos para Daniel y Elena. ¡Ups!, ¿debo decir Alma?