lunes, 11 de junio de 2007

Mensaje 4 (crítica literaria con aires negros)

Desconocido inútil:
Es usted un imbécil. ¿No se le ocurre mejor momento para someter a mi juicio, por otra parte modesto y cuestionable, semejante piltrafa poética? ¿De verdad espera usted que pondere el arte de la sinalefa mientras su prisionero, uy perdón, su paciente, se pudre esperando?
"Una noche que sentía / estertores de la muerte...". Unos versos tan poco inspirados como estos, piltrafa humana, escoria apestosa, sólo pueden inspirar náuseas en cualquiera que, como yo, adora a Auden y a Shakespeare, a Virgilio y a Eluart. Seguro que usted, desgracia del sistema solar, piensa que todos ellos son marcas de desodorantes. Mas no, permítame sacarle de su error: son los nombres de quienes debería leer para perfeccionar el arte de la lírica en el que, al parecer, pretende ser alguien, en lugar de molestar a gente atribulada.

Y ahora, vayamos al meollo del asunto:
¿Creía que no me daría cuenta? ¿Pensaría que mi crítica se iba a limitar a la métrica, la horrísona rima o el lamentable contenido de esa coplilla inmunda? ¡He caido desde el principio! ¿Me toma por idiota? Ese poema no es suyo. De dónde lo ha sacado, o cómo ha llegado a sus manos, es algo que sospecho aunque no puedo saberlo a ciencia cierta. ¿Fue Olmedo quien se lo dio? ¿Es usted mismo Olmedo? ¿Qué le ha hecho a mi querido Daniel? ¿Está aún con vida? ¿Aparecerá cualquier día de estos flotando en las aguas de cualquier ciudad europea? ¿Venecia, por ejemplo?

De todas las estupideces que encierra su mensaje, la que más me ofende es que me tome por tonta. Usted sabe muy bien a quién pertenece ese poema. ¡Yo misma lo escribí, Señor ladrón A.! Tenía doce años y el objeto de mis amores se apellidaba Miracle y caminaba como el monstruo Chewaca. Era muy amigo, qué casualidades tiene la vida, de Olmedo, aunque de eso me enteré muchos años más tarde. Fue así como estos versitos lerdos llegaron hasta el señor Olmedo. En el cuaderno que los contenía estaba anotada la combinación de cierta caja fuerte y algunos números de teléfono que terminaron por ser de vital importancia. Lamentablemente, los usuarios a quienes pertenecían están todos muertos. Pero seguro que todo lo que le digo le es familiar.
Sólo me queda por saber qué relación tiene ese poema con mi propia muerte. No soy tan ilusa como para no darme cuenta de que puede quedarme poco tiempo de vida, incluso horas.
Pero, a pesar de todo, Olmedo, quien sea, puede estar convencido de una cosa: moriré matando.
Suya, hasta el último aliento,
Alma

domingo, 3 de junio de 2007

ESTERTORES DE LA MUERTE (A. Casanova)

Distinguida Sra. Alma

Por ser de madre española y padre serbio me ha correspondido ejercer de carcelero de su amigo, que me pide que le mande un mensaje urgente. Lo tengo conmigo, pero como en la carcel las urgencias no las determinan los presos, antes quisiera pedirle un favor. Sé por Daniel que usted tiene mundología y que conoce o ha conocido los círculos literarios. Por eso, antes de nada le pediré su sincera opinión y análisis sobre este poema que he escrito y que considero el mejor de todos los míos. Gracias por adelantado (le ruego que me indique qué podemos hacer con él)

ESTERTORES DE LA MUERTE

Una noche que tenía
estertores de la muerte
soñé que un dios menor me había
abandonado a tu suerte

Que dentro de mis entrañas
soplaba ventisca inerte
y el corazón se me abría
y se volvía más fuerte

Sentía que no sentía
tenía que no tenerte
pensaba qué pensarías
tan lejos y tan ausente

Y una noche que sentía
estertores de la muerte
soñé que casi moría
pero de ganas de verte.