lunes, 9 de abril de 2007

Mensaje 10


No te vas a creer ni la mitad de las cosas que debo contarte a toda prisa, antes de tomar mi vuelo a París.
Anoche, al llegar a mi vagón de primera clase del tren "Flecha roja", que une San Petersburgo con Moscú, se acercó a mí una camarera vestida —de un modo algo ridículo, debo reconocer— con un traje regional, y murmuró junto a mi oído unas palabras:
—¿Miss Alma?
Asentí inmediatamente.
—This is for you —dijo, entregándome un sobre.
Le pregunté quién se lo había dado antes de salir al andén para tratar de localizar al misterioso emisor, pero no tuve suerte. En el andén no había nadie, salvo esos esquinados empleados de la compañía ferroviaria rusa, siempre de tan mal carácter, y la locomora rugiente del expreso. En cuanto a la camarera, no hubo forma de que volviera a hablar en inglés, ni siquiera con un acento indescifrable, en todo el camino.
Te preguntarás qué había en el sobre, y esta es la parte de mi historia que va a helarte la sangre. En el sobre sólo encontré, mi querido Daniel, un pequeño pedazo de cartulina blanca (algo arrugada y con una pequeña mancha oscura en la esquina superior derecha) donde alguien había escrito algo por ambos lados. En uno de ellos, pude leer el nombre de ese lugar al que dices dirigirte:

Galería XO
Belgrado


Por el otro lado, en cambio, encontré otra dirección, si es que podemos considerar que lo primero lo es:

Cafe Latin 23
Rive Gauche
Paris

¿Qué te parece? ¿Tú crees que alguien orquesta nuestros destinos para que estemos en al mismo tiempo en estos dos lugares, cuyo precido desconozco por completo? Si es así, ¿hay algún ojo que nos ve sin que nosotros podamos ni siquiera sospechar a quien pertenece?
Lo cual, querido mío, me lleva a formularme una pregunta mucho más inquietante todavía: ¿Tantas facultades habremos perdido en estos años que somos incapaces de saber qué se teje a nuestro alrededor?
Sea como sea, mi vuelo a París sale en media hora. Te escribo esto desde una conexión a Internet del aeropuerto, donde —no sé por qué razón— siento que hay mil ojos vigilándome.
En menos de cinco horas estaré en ese café de mi barrio favorito de la capital francesa. También ese lugar conserva parte de mi corazón y un buen número de recuerdos memorables que, sin duda, me reservaré para una mejor ocasión.
Temo que a mis espías, que sin duda son también los tuyos, les gustaría demasiado conocer mis secretos. Y estos, por ahora, te los reservo sólo a ti, Daniel. Siempre que te hagas acreedor de ellos, por supuesto.

Tuya y fugaz siempre,

Alma
P.S. Espero que no se te haya escapado un detalle: la mancha de la esquina superior derecha de la cartulina era oscura. Podría ser café. O sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No me fío de Alma... Miente como una cosaca. (Creo)