lunes, 5 de marzo de 2007

Mensaje 5

Querida Alma,

Me dejas sin aliento con lo que me cuentas del funcionario de correos que dejó de existir ―por voluntad propia, se supone― un lunes por la tarde. Esto me trae a la mente dos cosas, aunque tal vez sólo la segunda aporte luz al caso que nos ocupa.

La primera me lleva a un publicista que me ofrecía trabajo como encuestador mientras estudiábamos periodismo. Él tenía cinco años más que yo y le había conocido dándole clases de inglés. Tal vez porque le resultaba simpático, cuando se cansó del inglés empezó a ofrecerme las dichosas encuestas. Estaban bien pagadas, aunque nunca me ha gustado abordar a la gente con un formulario absurdo. Si no me equivoco, una vez tú misma me acompañaste a la salida de unos grandes almacenes, donde asaltábamos a la gente para preguntarle lo que habían comprado.

Bueno, el caso es que estos sondeos se realizaban entre el martes y el sábado, siempre por la tarde. Algún mes llegué a trabajar a diario, porque necesitaba dinero para mis vicios. Una vez que estaba en la agencia de publicidad, entregando formularios a mi cliente, se me ocurrió preguntarle:
―¿Por qué nunca me mandas en lunes a hacer estas encuestas?
―Los lunes la gente no compra, se suicida ―respondió.

Tal vez si hubiera sido martes, el funcionario de correos hubiera ido a comprarse un nuevo par de zapatos en lugar de quitarse de en medio, ¿no crees?

La segunda cosa que me viene a la mente, sin salirnos del tema, es una advertencia que me hicieron muy seriamente durante un viaje que realicé a Escandinavia. Yo estaba en primero de carrera ―todavía no nos conocíamos― y cantaba en un coro que hacía bastantes giras por Europa. A menudo actuábamos en auditorios de estudiantes, porque lo cierto es que éramos bastante malos.

No llegué a ir a Noruega, desde donde Mr. Monday nos manda su siniestro mensaje, pero sí a Suecia. Recuerdo que en el aeropuerto de Estocolmo nos vino a recoger un cubano, Tito, que coordinaba nuestra patética gira. Por algún motivo le debí caer en gracia, ya que mientras nos guiaba hasta el autobús que nos llevaría a la ciudad hizo un aparte conmigo y me dijo muy serio:
―Tienes que tener mucho cuidado cuando pases junto a una residencia de estudiantes, porque te puede caer una chica en la cabeza.

Así fue como confirmé que en aquel país ―y en todo el norte― el suicidio es el deporte nacional. Y los récords se baten los lunes por la tarde. Dicen que la escasez de luz es determinante en este fenómeno. Mi pregunta ahora es: ¿por qué alguien como Mr. Monday, que llevaba una plácida vida en el Ampurdán, decidió acabar con su vida, vestido de azul, en las inmediaciones de Bergen? ¿Qué fue a buscar allí? ¿Habita la muerte en el hemisferio norte? Tal vez la respuesta esté en esos archivos que quisiste mandarme y ahora han desaparecido: ¿tienes alguna idea, aunque sea remota, de su contenido?

Tuyo siempre,

Daniel

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